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Escritos

Punto y final

Nostalgia, de lo que pudo haber sido.

Ahora ya estoy más tranquilo. Ahora. Sólo he necesitado un par de días y alguien en quien apoyarme. Y creo que me considero orgulloso de ello. Me dicen que es triste, que ya es una obsesión, que no es normal pasar por todo esto… Pero sigue siendo duro verla en los brazos de otro, aunque nunca haya estado en los míos.

 Y de repente, a los tres días, me rehuye sin motivo. No me habla, me evita, me quema. Curioso que sea yo el que no lo entiende, pero reacciono. Prometo no volver a echarla de menos. Especialmente por uno de sus amores de una noche. Y, la próxima vez, las caricias se las guarda a sus muertos.

 Odio. Punto y final.

 ·

Mi punto de vista

Ayer mismo ella simulaba que no había pasado nada, como si todo fuese bien. Y nada iba bien. Ayer mismo aclarábamos algo, pero poco. Hoy ha venido. Me ha mirado, me ha abrazado, me ha provocado, se ha reído de mi, y, por encima de todo, me ha sonreído. Hoy mismo me ha quemado su piel, me he deshecho entre sus brazos, me he visto morir de nuevo.

Ya no sé si soy yo quién exagera. Quizás si. Pero soy incapaz de olvidar tan fácilmente. En realidad, es envidia. Ella es fuerte, lo aguanta todo, sabe volver a la normalidad. Ella se controla. Ella olvida. A lo mejor para ella nunca ha significado nada, todo ha sido un juego de niños de quince años. A lo mejor ser fuerte significa eso: ser insensible. Yo no puedo serlo, yo siento, yo me animo y me desanimo, yo me caigo y me vuelvo a levantar... yo vivo.

Me gustaría saber qué es lo que piensa ella de todo esto, poder entrar en su cabeza y ver qué soy yo ahí dentro. Seguramente me llevaría una decepción, pero el no saberlo me hará pensar demasiado tiempo, intentando predecir mi futuro, sabiendo que no voy a conseguirlo. Y mañana, ya veremos que pasa mañana.

Ya he vuelto a caer

Es el precio que tiene pensar tanto tiempo en su pelo mojado. Agonizo. Miro mi reflejo en la ventana. Está ahí. En realidad, está por todo. “Mierda, mierda, mierda, ya he vuelto a caer”.

Me engaño a mí mismo. Siempre tengo una sonrisa falsa preparada para ella, y sólo en busca de una dosis más de felicidad efímera, que poco a poco me va trasladando al lugar de dónde no puedo salr. Me siento un ratón en su ratonera, trampa que no mata, pero no libera... Quiero que todo esto acabe ya, y cada vez me preocupa menos si acabo libre, o acabo muerto.

 

 

Nota: la frase en cursiva no me la puedo apropiar. Es de maná (mariposa traicionera).

Siempre

Desaliento. Desaliento porque hay veces en las que me gustaría rendirme, y no se a quién o a qué. Solo quiero dejar de sufrir, acabar con todo. No me das nada. Ni el amor que yo necesito, ni la amistad que dices que quieres conmigo... No me das ni un solo abrazo al despedirte. Cada vez que vuelvo a ti, me doy cuenta de que nunca has cedido ni un centímetro. Ni lo vas a ceder esta vez.

La esperanza mata a la libertad. Cuanta más esperanza sientes, más condicionado estás. Condicionado por unas consecuencias que probablemente no llegarás a ver. La esperanza, en realidad, lo quita todo... Te quita el miedo, te desgasta la ilusión y la sorpresa, te deshace la razón y la humildad. Y todo a cambio de una falsa sensación de bienestar. No quiero más esperanzas. Quiero estrellarme ya, y renacer cuanto antes. Y lo que más duele de todo esto es que sé lo que quiero, pero no encuentro la manera de conseguirlo. Necesito a alguien capaz de tirarme al suelo.

También necesito ilusión. Necesito que alguien me haga sonreír. Que me haga sentirme bien conmigo mismo. Que me estimule... que me dé ganas de vivir Una llamada, un "¿que tal?", un poco de interés por mi, cualquier detalle. Eso me daría todo aquello que necesito para sobrevivir, una vez más.

Y acabo sobreviviendo. Y todo vuelve a la normalidad. Yo, ilusionado, enérgico, con ganas de todo. Con convicción y con fuerzas. Pero las fuerzas también traen miedo. Me doy cuenta de que tengo miedo absolutamente a todo. Miedo a querer mirarte, y no poder ver. Miedo a querer oírte, y no poder escuchar. Miedo a querer tocar tu piel, y no poder sentir. Y vuelves a estar presente en todo. En cualquier lugar, en cualquier momento. Y entonces empieza el desaliento. Desaliento porque hay veces en las que me gustaría rendirme...

Adicto a lo que no conozco

Aquí os dejo algo. Leedlo y ya me comentaréis:

 

Adicto a lo que no conozco
...Y lo que queda de ti...


Febrero. Frio. Mucho frio. Fuera, olor a tierra mojada. Dentro, una desesperación excesivamente tranquila. Entre la oscuridad y sin camiseta, doy vueltas alrededor de nada. Intento no preocuparme por lo que no puedo controlar; pero no lo consigo. Quizás sí que lo puedo controlar. Quizás si que podía. Quizás no.

Yo no lo podía prever todo. A veces no es suficiente con ser muy bueno, tienes que ser el mejor. Y me duele saber que nunca lo seré. No estoy acostumbrado a perder, pero tendré que aceptar que te vas; que no te volveré a ver hasta que cambie; y que no puedo cambiar. Lo siento, pero no puedo.

Lloro.